Reuniones como la Novena Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que finaliza este sábado en México, perdieron importancia, pues no trascienden a la vida de las mujeres reales, que son las que sufren día tras día, dijo Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz.
Menchú señaló a IPS desde la capital de Guatemala, donde reside, que en el pasado quizá estas citas tenían sentido, pero los últimos años degeneraron en demagogia, por lo que trato de alejarme de ellas.
Lo que veo, y hablo por experiencia, es que ahora se gastan en una serie de discursos que la mayoría de las veces no trascienden a la realidad, a la vida de las mujeres, y se quedan sólo en el nivel de las participantes, añadió esta indígena guatemalteca que comanda la fundación de desarrollo social identificada con su nombre.
Consultada al respecto por IPS, la oficial de asuntos sociales de la Unidad Mujer y Desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Nieves Rico, declaró estar en desacuerdo con Menchú.
Lamentablemente, en esta ocasión no puedo coincidir con Rigoberta Menchú, pues las conferencias regionales han ido mostrando cada vez más una mayor influencia, sobre todo a nivel de la formulación de políticas públicas, expresó la funcionaria de Cepal, la agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas que convocó a la reunión de México.
Muchos de los derechos alcanzados por las mujeres fueron precisamente potenciados en estas citas precedentes, añadió.
Sin las conferencias, quizá los logros hubieran sido mucho menores, declaró Rico, al hacer un receso en los trabajos de la Novena Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que comenzó el jueves con la participación de unas 400 personas.
Según la premio Nobel guatemalteca, las mujeres de la calle, las pobres y explotadas ni saben de estas conferencias (como la que se realiza en México), donde se habla de ellas e incluso en su nombre sin que al final sean beneficiadas.
Menchú lamentó que en su país hayan muerto en hecho de violencia en lo que va del año cerca de 200 mujeres, muchas de ellas indígenas.
Hay jueces y autoridades cómplices de estos crímenes y, curiosamente, son los que en ocasiones participan de reuniones donde hablan de la mujer y sus derechos, expresó.
Desde la primera conferencia regional de mujeres, celebrada en 1975 en México, a la fecha, ese sector poblacional conquistó importantes espacios para tener mejor educación y salud, no ser discriminadas y contar con mayor protección legal.
Pero eso no se tradujo en avances definitivos. En 2002 en América Latina y el Caribe, el indicador de participación femenina en el mercado laboral siguió por debajo de los hombres y millones de mujeres se mantienen atadas a las tareas del hogar y de la producción agrícola sin recibir ninguna remuneración a cambio.
El riesgo de morir por causas vinculadas al parto y al embarazo sigue siendo alto en varios países de la región, en especial en Haití, Bolivia y Perú, donde se producen más de 200 muertes maternas por cada 100.000 nacimientos.
Aunque en las tres últimas décadas hubo un incremento acelerado de la participación laboral femenina en la región, su fuerza de trabajo continúa caracterizándose por una fuerte segmentación que coloca a las mujeres en empleos precarios y mal remunerados, así como en los que perpetúan los estereotipos de género, como el trabajo doméstico.
Sólo 36,7 por ciento del total de ocupados de la región en 2002 correspondía a mujeres, cifra que no ha variado demasiado en comparación con 31,5 por ciento registrado en 1990.
Estudios de la propia Cepal indican que en la última década continuó sin variaciones mayores el crecimiento de hogares encabezados por mujeres, tanto pobres como de otras franjas socioeconómicas.
En las zonas urbanas, nueve de 18 países analizados en 2002 mostraron una mayor proporción de hogares encabezados por mujeres que se encuentran en situación de indigencia, siendo eso especialmente notable en Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, República Dominicana y Venezuela.
Además, persisten situaciones de violencia contra las mujeres, como los asesinatos en Guatemala, que este año ya suman cerca de 200, o el caso de la septentrional ciudad mexicana de Juárez, donde en los últimos 10 años fueron asesinadas unas 300 mujeres y otras 500 desaparecieron.
En este encuentro de México se repasa lo logrado en la región desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, de 1995 en Beijing, y luego de los foros internacionales posteriores, donde los asuntos de género tuvieron presencia constante y en aumento.
Además, se intenta acercar posiciones frente la Conferencia Beijing+10 que se realizará el año siguiente.
Hay un debate muy rico, pues como en otras ocasiones, están emergiendo aquí posiciones conservadoras y de derecha que quieren limitar los derechos reproductivos de las mujeres, ideas que combatimos, indicó a IPS la uruguaya Lilian Celiberti, de la organización Articulación Feminista Marcosur.
Al referirse a las dudas que tiene Menchú respecto de conferencias como la de México, Celiberti reconoció que mucho de lo que se debate y acuerda se queda en el papel.
Así es esto, pero depende de las mismas mujeres. Si presionamos podemos lograr cosas muy concretas, sostuvo la activista de Articulación Feminista Mercosur, grupo que aglutina a varias organizaciones de mujeres de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur).
Celiberti y Rico coincidieron en destacar que, gracias al empuje de las mujeres, los gobiernos de la región ya escuchan a las organizaciones que las representan y debaten con ellas.
Las reuniones son cada vez más plurales y con mayor participación de la sociedad civil, lo que permite que lenta, pero continuamente, se vayan conquistando espacios y derechos para las mujeres en todas las esferas de la vida pública y no sólo en la gubernamental, declaró la funcionaria de la Cepal.
